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La falacia (pseudo)ecologista

Resumen

La problemática ecologista y la influencia de esta sobre el mercado no es nueva, más bien es un fenómeno estudiado durante mucho tiempo y que ha recibido muchas interferencias pseudo–cientícficas que han tenido como resultado una traba más al devenir de las empresas y a la auténtica identificación de la problemática ecologista en si.

La falacia (pseudo)ecologista[1]

Jorge Valín*

Usted puede pensar que los temas relacionados con las crisis medioambientales o energéticas son de vigencia actual. Veremos como el enfoque actual que se da al desarrollo sostenible y las coercitivas guías medioambientales son una solución más política que no real, siendo una excelente fuente votos para los políticos y una recaudación de fondos para las organizaciones medioambientales más que un autentico “fallo de mercado”.

A lo largo de estos últimos 200 años las teorías catastrofistas sobre la ecología o la escasez de recursos siempre han parecido tener una destacada importancia. Tras un largo tiempo de inmovilidad tales teorías renacieron con mucha fuerza hacia los años 70 del siglo XX, pero ¿se ha cumplido alguna de tales teorías? ¿Por qué no?

La verdad es que ya hace varios siglos que los estudiosos económicos se dieron cuenta de tales cambios. Uno de los primeros, y más conocido tal vez, sea Thomas Malthus con su Primer Ensayo sobre la población (1798), donde se hizo su famosísima reflexión sobre el problemático crecimiento del hombre respecto a los recursos:

“[…] la capacidad de crecimiento de la población es infinitamente mayor que la capacidad de la tierra para producir alimentos para el hombre. La población, si no encuentra obstáculos, aumenta en progresión geométrica. Los alimentos sólo aumentan en progresión aritmética. Basta con poseer las más elementales nociones de números para poder apreciar la inmensa diferencia a favor de la primera de estas dos fuerzas”.

Malthus fue el primero que planteo, de una forma directa, la desfavorable incidencia del hombre sobre los recursos de la naturaleza. Lo que no pareció entender Malthus, como alguno de sus descendientes actuales —Garrett Hardin entre otros— es que el crecimiento de la población depende en si mismo de la propia producción de recursos, tecnología o de las situaciones de bonanza económica y no de una simple, y siempre contingente, relación aritmética.

Desde la aparición de la obra de Malthus empezaron a surgir más pensadores interesados en los problemática ambiental o sobre escasez de los recursos. Otro autor preocupado por este nuevo fenómeno fue Peter Lund Simmonds, su obra más conocida fue Waste Products and Undeveloped Substances (1862) donde trataba el problema de la acumulación y reutilización de los residuos industriales. A estos siguieron varios otros más como Koller, Kershaw, o más recientemente De Silguy, Jerry Taylor, este último muy crítico ante la supuesta problemática ecologista y gran defensor de las tesis liberales.

El auténtico problema de las políticas ambientales es que se basan en tesis puramente emocionales o populistas más que científicas, y es que no hay ningún acuerdo entre los científicos sobre los efectos reales que el hombre puede provocar a la naturaleza, o a él mismo.

Uno de los temas más conocidos sobre el medioambiente son las incidencias del dióxido de carbono (CO2) en la climatología global. Actualmente se han impuesto una serie de mitos, fraudes científicos, exageraciones y errores que abundan en el campo de la ecología distorsionando la realidad. Este aparente problema ha ocasionado un sinfín de daños económicos y retroceso humano así como empresarial para muchas naciones mediante fuertes leyes restrictivas, altos impuestos y multas.

Tal situación ha provocado, por ejemplo, que más de 19.000 científicos liderados por el Dr. Frederick Seitz (ex presidente de la Academia Nacional de Ciencias de los EE.UU., y ex Consejero Científico de la OTAN y actual profesor de física en la University of Illinois) expusieron y firmaron un documento en contra del Protocolo de kyoto. La razón básica que demuestran en contra de tal tratado es que este se basa en la metodología del modelo computerizado del clima, con importantes fallos sobre la compilación de información real debido a su carácter lineal. La respuesta al Protocolo de Kyoto encabezada por Seitz, por su contra, se basa en datos empíricos y reales y no meras deducciones arbitrarias e incompletas.

Además los defensores de las tesis catastrofistas, formadas bajo el modelo computerizado, tienden a tener un rechazo total a cualquier cambio aún cuando este parece ser a mejor. Así Jerry Taylor bajo la metodología empirista y con la intención de desmentir los argumentos del Protocolo de Kyoto en un artículo escrito en el Cato Institute llamado “Kyoto: emisiones de aire caliente”, dice:

“[…] El aumento de temperatura anunciado por los alarmistas es exactamente lo que sucedió hace 1.000 años, entre el año 850 y 1300, período al cual los climatólogos se refieren como "el pequeño óptimo climatológico". […] resultado fue tiempos más largos para las cosechas, desarrollo económico acelerado, expansión de los bosques y de los cultivos, un pequeño renacimiento cultural y caída en las tasas de mortalidad”.

Por otra parte, incluso, ha habido un cierto cambio de visión desde las perspectivas iniciales de algunos científicos. Más de la mitad —unos 750 de los 1.500— científicos que firmaron el IPCC[2] de 1996 en adelante no están de acuerdo con sus conclusiones finales catastrofistas, y como arguye Eduardo Ferreira, presidente de la Fundación Argentina de Ecología Científica: “…eso difícilmente es un consenso sobre que la Tierra se esté calentando”. Igual piensa uno de los padres de la ciencia climática por medio de programas computarizados, el Dr. James Hansen, que dio lugar al frenesí apocalíptico del calentamiento global que se ha retractado de su teoría primitiva. Hansen afirma ahora que el CO2, al que se atribuye el falso calentamiento, no tiene el efecto de retener el calor como se creía antes, y que su efecto final sobre el calentamiento del clima es dudoso. Otro destacado científico escéptico sobre las razones del calentamiento de la Tierra es Sherwood Idso (miembro del Servicio de Investigación del Departamento de Agricultura de los EE.UU., profesor del Dto. de Botánica y Geografía de la Universidad de Arizona y escritor del libro Carbon Dioxide and Global Change: Earth in Transition) que ha elaborado, durante muchos años, una razonable teoría con base empírica sobre el calentamiento de la Tierra, la cual defiende que el presente calentamiento no estaría producido por el hombre, sino que es paso previo a una próxima glaciación.

Al decir verdad, los principales defensores de las tesis catastrofistas siempre provienen de instituciones supranacionales, o gubernamentales dirigidas por burócratas, como la IPCC (The Intergovernmental Panel on Climate Change), el proyecto LIFE en general (ya que se subdivide en tres áreas más) de la Unión Europea… entre muchísimos otros.

La única preocupación de estas organizaciones es poder seguir recibiendo los suficientes fondos como para mantenerse siendo caldo de cultivo de corrupción que caracteriza a toda organización estatal. Una acusación más dura hace el Dr. Keith Shine, eminente científico y uno de los creadores de los informes IPCC, que arrepentido de haber creado tal documento a favor de las tesis catastróficas medioambientales dijo: “…Nosotros producimos un borrador, y luego los que hacen las políticas lo repasan línea por línea y cambian la manera en que fue presentado [...] no cambian los datos sino la forma en que están presentados. Es algo muy peculiar que ellos tengan la última palabra en lo que contiene un informe científico”.

Las acciones tomadas por tales organizaciones supra–gubernamentales, así como los mismos estados, representan una violación a la libertad de empresa y un robo a la nación, ya que evidentemente, se financian mediante impuestos. Un reciente ejemplo lo encontramos en España. En el año 2002 se intentó aplicar un impuesto sobre el turismo en las Islas Baleares conocida como Ecotasa. Dicho impuesto pretendía crear un “turismo sostenible”, de forma que con el dinero recaudado el gobierno balear podría reparar los “destrozos” de los turistas. Es muy interesante poder estudiar la repercusión que tuvo la noticia sobre la aplicación de tal impuesto ya que la realidad lo único que consiguió fue que las Islas Baleares tuvieron una de las bajadas turísticas más fuertes de toda su historia, y la más acusada del estado español. Por otra parte, tampoco ayudó nada la política anti–alemana (principal fuente de riqueza de las islas) que ha estado esgrimiendo los dirigentes políticos. Si lo que pretendían los gobernantes, con sus irracionales y ególatras paradigmas izquierdistas, era conseguir un turismo sostenible en el sentido de reducirlo a niveles históricos podemos concluir que sin lugar a dudas lo consiguieron, ¡aun en detrimento de su propia economía y bienestar!

Cualquier intervención en la actividad privada siempre tiene el mismo resultado, el estancamiento económico y la pérdida de competitividad. Pero derrota tras derrota los gobiernos siempre se comportan igual, aún cuando la experiencia dice todo lo contrario y siguen interviniendo sobre el mercado con el único objetivo de enriquecerse ellos mismos y obtener mayor control sobre todo lo que concierne al individuo y su vida, ya sea basándose en falsas leyes científicas, teorías económicas probadamente insatisfactorias o arbitrarias morales.

[*] Jorge Valín. Economista seguidor de La Escuela Austriaca y Paleo-Liberalismo filosófico.
Articulista y autor de un manual sobre la Teoría de Elliot y de un Manual de Bolsa. Colaborador habitual del
Instituto de Libre Empresa (ILE), Poder Limitado y Liberalismo.org entre otros.

[1] La ecología es —según al Real Academia de la Lengua— un movimiento sociopolítico que, con matices muy diversos, propugna la defensa de la naturaleza y, en muchos casos, la del hombre en ella. A pesar de esta definición se ha intentado dar un carácter científico a tales teorías aun siendo puramente ideológicas, o basadas en actos de fe puros. Cualquier intento de convertir un acto de fe en acto científico es, y será siempre, un fraude.

[2] el IPCC, o Panel Intergubernamental del Cambio Climático, creado por la WMO (World Meteorological Organization) y la UNEP (United Nations Environment Programme) emite una serie de informes donde los científicos hacen los estudios, clasifican los datos y crean un borrador que es enviado a otros científicos, los "pares", para ser analizados y aprobados. Esta práctica se llama "peer review" (revisión por los pares) y es de rigor en el campo de la ciencia, destinada a impedir que cualquier aventurero publique fraudes o tonterías anticientíficas.

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