Una de las razones que esgrimen los sindicatos para justificar su existencia (mantenimiento mediante subvenciones) es que nos representan a todos los trabajadores.
Esto presenta ya, inicialmente, un problema de legitimidad. Básicamente porque sólo están afiliados entre el 10 y el 15% de los trabajadores. Un apoyo verdaderamente minoritario. Para que se pudiese hablar de representar a los trabajadores (si es que se pudiera) se necesitaría al menos el 80-90% de afiliación. Qué menos que eso. Y aún así sería injusto para el 10-20% restante, a los que se les debería permitir prescindir de ellos y de su representación.
La realidad es que entre el 85 y el 90% de los españoles no expresa su deseo de que los sindicatos le representen. Esta amplia mayoría no debe encontrar necesaria ni útil la acción de los sindicatos. De lo contrario, los apoyaría afiliándose y pagando su cuota.
Esta falta de apoyo me parece lógica. Porque, ¿para qué necesitamos la intervención de los sindicalistas en las relaciones laborales? ¿Es que los trabajadores no podemos tomar decisiones ni representarnos a nosotros mismos? ¿Acaso estamos en pleno siglo XIX? ¿No se ha desarrollado suficiente el Estado de Derecho?
Dicen que los sindicatos existen para defender los derechos de los trabajadores de posibles injusticias. Ya, muy bien. ¿Y para qué existe el Derecho Laboral y los abogados laboralistas? Diría yo que el Derecho Laboral es el conjunto de principios y normas jurídicas que regulan las relaciones entre empleador, trabajador y el Estado. Por tanto, si tenemos unas leyes laborales definidas y disponemos de infinidad de abogados laboralistas, ¿qué pintan los sindicatos? ¿Si la empresa incumple cualquier acuerdo voluntario al que hayamos llegado mediante un contrato voluntario, para qué necesito a un sindicalista si tengo un abogado laboralista especialista? Un abogado laboralista que no defiende cualquier derecho arbitrario que se nos pueda ocurrir (como los sindicatos), sino que defiende el cumplimiento de los contratos libremente pactados.
Todos vemos con normalidad el elegir un abogado para defendemos de injusticias que podamos sufrir en las demás parcelas de nuestra vida. Nadie entendería que un tercero interviniese en un conflicto entre dos partes determinando nuestra posición sin nuestro consentimiento. Es completamente absurdo y, sobre todo, liberticida. Parece de sentido común, que yo debo tener la libertad de elegir quién me defiende y cómo. Esto, desde luego, no debería ser diferente en cuanto a las relaciones laborales.
Si a esto se le une que la existencia de los sindicatos hace que yo no pueda negociar libremente con la empresa las condiciones de mi contrato, no queda más remedio que concluir que cualquier intento o amago de justificar la legitimidad de los sindicatos es defender lo indefendible.
Por Juan Morillo Bentué
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