Estamos asistiendo a cambios importantes en el nuevo mundo globalizado. Países donde el socialismo y la tiranía eran la norma, como en China y en menor grado la India, están avanzando a un tipo de economía libre y abierta que de forma lenta les está permitiendo superar sus tradicionales niveles de pobreza.
En la apertura al capitalismo, la pobreza masiva y baja esperanza de vida que caracteriza el socialismo, se convierten en una "economía de mínimos", a medida que se acumula el capital privado, la economía de mínimos se transforma en holgura económica, después sobreviene el lujo y el consumismo, y finalmente si la libertad económica se ha preservado surge la potencia económica. Estas líneas, a grandes rasgos, dieron la grandeza a la Inglaterra del S. XIX y a los Estados Unidos del S. XX. Muy probablemente veamos la historia repetida con algunos países asiáticos. Pero, ¿por qué América Latina no va en el mismo camino? Más bien América Latina parece estar avanzando hacia el camino inverso: hacia el socialismo populista y hacia la pobreza.
La visión de muchos argentinos, venezolanos e indígenas bolivianos es que los gobernantes y empresas extranjeras les han explotado sus recursos naturales y por eso se ven inmersos en esta situación desastrosa. Curiosamente estos países abogan por un mayor poder político y menos libertad. Esta idea no puede ser más errónea.
Países como Japón, Nueva Zelanda, y regiones como la costa de China y Hong Kong eran tierras casi estériles donde la gente, antes de abrirse al capitalismo, subsistían de lo poco que les daba el campo. No se han preguntado nunca ¿cómo estos países son, o tienen perspectivas de ser, motores de la economía de su zona aun con los escasos recursos naturales que tienen?
La clave para la prosperidad y el bienestar económico en un mundo capitalista no reside en los recursos naturales, sino en tener libertad plena para conseguir metas individuales. Para alcanzar este entorno de prosperidad hay dos conceptos importantísimos, uno es querer prosperar con el esfuerzo y duro trabajo individual, y el otro, mantener al gobierno bien alejado de los asuntos económicos. Al confluir estos dos puntos, el capital extranjero fluirá hacia estos países inevitablemente. Además, hoy a los "países pobres" no les hace falta crearse su propio capital, sino que, a diferencia de la Inglaterra del S. XIX, pueden ser capitalizados por otras naciones, esto es, por empresas extranjeras. Con el tiempo serán autónomos y más ricos que sus "mecenas".
Venezuela, Bolivia, Brasil, Perú y toda América Latina también pueden tener dos fuertes aliados privados que estarán encantados en capitalizarlos para que prosperen. Por proximidad Estados Unidos, y por idioma España. Además tienen la ventaja de estar más avanzados que China y la India por lo que la inversión privada se puede expandir a los productos finales, esto es, los enfocados al consumidor final local.
El populismo político de América Latina no ayuda en nada a su futuro. Estos políticos milagrosos como Chávez, Kirchner o Lula son la receta opuesta al progreso. Son los políticos quienes han colocado a América Latina en los aprietos actuales. Lo que ahora necesitan los latinoamericanos es librarse de esos burócratas y trabajar duro como están haciendo los países de Asia. Si aprenden esta lección, se libran del vocero populista de turno, y se abren totalmente al libre mercado y a la globalización su futuro sólo contemplará la prosperidad ilimitada. La clave no está en los mesías políticos, sino más cerca: en el individualismo y libertad de cada latinoamericano.
Por Jorge Valín
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