GUÍAS MALAYOS
Rafael Arencón
“No hay duda de que transitamos por un océano inmenso y sabemos que vamos en una barca sin timón, por eso es preciso seguir navegando.” Isaíah Berlin
Me gusta mucho viajar. No puedo hacerlo tanto como quisiera, así que muchas veces viajo mediante la literatura. Me compro guías de viajes, aún a sabiendas que probablemente nunca podré visitar los lugares que aparecen en ellas. También disfruto con los relatos de viajeros renombrados en tierras remotas.
Uno de mis lugares preferidos para viajar con la imaginación es Malasia. Se trata de una sociedad mezcla de culturas, con ciudades modernas y selvas prácticamente vírgenes. Los guías transportan grupos a través de las selvas, recorriendo pasarelas de madera colgantes a más de 40 metros de altitud, sobre ríos y gargantas abruptas.
En una de estas selvas existe un fruto muy preciado, unas bayas con un sabor muy característico. Aparecen normalmente en el suelo y con dos aspectos bien diferenciados. Bueno, realmente el aspecto original es idéntico; pero algunas de esas bayas están intactas y otras presentan pequeños orificios o desgarros, fruto de la acción de insectos, pajarillos y roedores.
Los guías malayos dan a escoger a los viajeros qué bayas quieren comer y normalmente la mayoría se decanta por las que presentan un mejor aspecto, las que no han sido atacadas por ningún animalito. ¡Craso error!
Qué suerte que los guías están ahí, porque las bayas intactas son venenosas. Por eso presentan ese aspecto, porque ningún animalito se interesa por ellas, saben que podrían morir.
Por mucho asco que nos dé, si queremos saborear el dulce néctar de esas exóticas bayas deberemos probar aquéllas de peor aspecto. Hacer de tripas corazón y decidirnos por ellas.
La tendencia natural en nuestra sociedad es rechazar lo que nos desagrada, dejarnos llevar por las apariencias, no profundizar en nada ni dejar hablar a la experiencia. Ninguna valoración sobre si nos conviene o si existe un deber moral de aceptación. Nos desagrada y punto, así que lo rechazamos.
A muchos gobiernos europeos les falta el coraje para afrontar las medidas liberalizadoras que nos saquen de la crisis. En áreas como la educación precisamos elevar el nivel de exigencia en pos de la excelencia académica. Las políticas sociales deben contar con el protagonismo de agentes como las parroquias y mezquitas, pues nada se arregla ya simplemente con subsidios. Habrá que pensar en conceptos como el copago o no habrá bienestar para nadie. ¿Sigo?
No es un programa agradable, no parece que muchos fueran a votarlo, pero es necesario. Es la hora de la responsabilidad para los intelectuales y creadores de opinión. Llevamos demasiado tiempo escogiendo bayas de agradable apariencia que nos han ido envenenando. Necesitamos voces confiables que nos animen a superar el desagrado ante las decisiones que hace falta tomar.
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