ALBERT ESPLUGAS
Publicado en LIBERTAD DIGITAL el 01 de abril de 2009
http://www.libertaddigital.com/opinion/albert-esplugas-boter/el-embrion-sin-especie-48487/
La Declaración de Madrid en contra de la nueva ley del aborto afirma que existe abundante evidencia científica de que la vida de un ser humano empieza en el momento de la fecundación. El contramanifiesto firmado por 17 científicos, la "élite científica" según El País, sostiene que la ciencia no puede establecer la condición humana del embrión, pues "entra en el ámbito de las creencias personales, ideológicas o religiosas". Pero en su afán por distanciarse de la posición anti-abortista y dar una imagen de científicos objetivos sin agenda política caen en un razonamiento absurdo y anti-científico.
Dice el contramanifiesto: "El momento en que puede considerarse humano un ser no puede establecerse mediante criterios científicos." En esta frase los autores están asumiendo que el embrión es un "ser". Esta asunción es correcta, pues en efecto se trata de un ser vivo.
Un ser vivo, sinónimo de organismo, puede estar formado por una célula o muchas, mantiene un equilibrio interno, tiene irritabilidad y metabolismo, se desarrolla conforme procesa nutrientes, se reproduce y se adapta al ambiente sin perder su nivel estructural hasta su muerte. Un ser vivo es lo contrario a una materia inerte. Las plantas, los hongos o las bacterias son seres vivos. Los humanos estamos en la categoría de "animales", donde se contabilizan 1.300.000 especies.
El contramanifiesto, después de señalar que el embrión es un "ser", subraya que no puede establecerse científicamente el momento en que puede considerarse humano. Más adelante insiste en que la ciencia puede clarificar características funcionales del embrión, pero no puede afirmar o negar si esas características lo convierten en humano.
Dentengámonos un instante en este punto. ¿Qué significa "humano"? Que algo es perteneciente o relativo a la especie humana. Luego los 17 científicos no tienen claro si el embrión resultado de la fecundación de un óvulo humano por un espermatozoide humano es un ser perteneciente a la especie humana. Como no pueden establecer el momento en el que ese embrión es humano, significa que hay un período durante el cual el embrión podría ser de otra especie. Podría ser el embrión de una vaca o de un perro, según la "elite científica". La ciencia no tiene nada que decir sobre la especie a la que pertenece el embrión, pues determinar la especie de un ser entraría en el ámbito ideológico o religioso.
Obviamente clasificar la especie un organismo no tiene nada de ideológico o religioso. El cigoto unicelular fruto de la fecundación es ya un organismo único de la especie homo sapiens, con los 46 cromosomas que definen su identidad genética. El ser humano inicia en ese momento su ciclo vital y no lo termina hasta que muere. El embrión empieza a producir enzimas y proteínas y a dirigir su propio crecimiento y desarrollo, que se desenvuelve de una manera continua y gradual. Esto son hechos científicos.
Lo que probablemente querían decir los 17 científicos en su contramanifiesto es que la ciencia no puede establecer el momento en el que un ser humano tiene derecho a la vida, lo cual es cierto –para eso está la ética– pero es algo distinto a lo que dicen en realidad. Sus malabarismos retóricos ilustran que los hechos científicos son incómodos para la posición pro-abortista, pues obligan a sus partidarios a admitir que están defendiendo el derecho a matar a un ser humano. El derecho al aborto es más fácil de racionalizar y de reivindicar si el embrión puede ser descrito como una "masa de células". Pero si desde el punto de vista científico se considera un "ser humano", la causa queda maltrecha no sólo de cara a la opinión pública, también de cara a los pro-abortistas que buscan tranquilizar su conciencia. No es lo mismo "interrumpir un embarazo" que "interrumpir una vida humana".
Albert Esplugas Boter es miembro del Instituto Juan de Mariana, autor del libro La comunicación en una sociedad libre y escribe regularmente en su blog.
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